Mg. Arquímedes A. Veneros Salinas
Las agresiones físicas masivas entre estudiantes, de instituciones citadinas de tradición, que alteran el orden público son vistas con sorpresa y tristeza por los trujillanos en general. Las opiniones, al respecto, son diversas.
Los docentes, por un lado, intentan explicar dicho fenómeno basándose en la alta división y violencia familiar, sociedad desarticulada, vacía de normas que penalicen acciones vandálicas, gobernantes alejados de la realidad y en crisis de valores que influyen negativamente en los adolescentes. Los padres, por otro lado, creen que la liberalización de una serie de normas, cuya intención es proteger a los y las adolescentes, han abandonado el respeto mutuo y permitido los reiterados trastornos de conducta individual y colectiva a través de seudoorganizaciones juveniles (“collas”, “barras bravas”, “pandillas” y fanáticos (as) de “modas” alienantes) gestándose, muchas de ellas, al interno de las instituciones educativas y que luego las proyectan a diferentes lugares.
Puntos de vista valederos, toda vez que las interacciones sociales son altamente complejas, incluso, no descartando el impacto negativo o la agresión desinformativa y sistemática que padecemos los ciudadanos por parte de los pseudos medios sociales y comunicativos (que “informan” sobre muertes, violaciones sexuales, enfrentamientos entre escolares, imágenes femeninas desnudas y escándalos sobre corrupción en las esferas del poder), sin ningún espíritu crítico propositivo y, cuándo no, corrompidos, entre otros gérmenes que favorecen, indirectamente, los actos violentistas.
Los estudios sobre conflictividad estudiantil y las respectivas propuestas son escasos, la mayor parte de las veces se circunscriben a hechos muy concretos, al interno de las instituciones educativas y mayormente descontextualizadas del acontecer social y político de la sociedad, como ya se vio antes. En consecuencia, el anhelado fin de la formación integral, en un marco cognitivo, socio-afectivo y en una sociedad educadora, se ve significativamente afectado de lograrlo.
Para disminuir los conflictos y la subsiguiente violencia estudiantil, dentro y fuera de las aulas, algunas instituciones han desarrollado algunos programas eficaces. Así, por ejemplo, Veneros (2008), investigó los Efectos de la Atención Personalizada en la Gestión de los Conflictos Interpersonales de las Estudiantes del 2º, 3º, 4º y 5º grados con Matricula Condicionada de la I.E. “Marcial Acharán y Smith”, determinándose que, según Deutsch (1973) y Gatica (2000), los tipos de conflictos prevalentes en las alumnas fueron los interpersonales e intergrupales y de relación e información, respectivamente. También se encontró que, el origen de los conflictos interpersonales, estaban muy relacionados a los problemas económicos y familiares, fundamentalmente.
La gestión del programa implicaba atender el mundo escolar, familiar y el contexto social, de manera colectiva y, más que individual, personalizada. El trabajo con 24 estudiantes en la gestión de sus problemas no fue una tarea fácil. Por un lado se tuvo que extender la jornada laboral para atenderlas en gabinete para no afectar su jornada académica y, por otro, se reunió al grupo, en estudio, en horario distinto al de sus clases para desarrollar actividades formativas y de integración social; comprendiendo que los conflictos siempre nos acompañan y acompañarán y, con mayor razón, a los adolescentes con las características mencionadas.
Los rostros de preocupación, al inicio del programa, de las estudiantes y las sonrisas posteriores al aprender a controlar y gestionar sus conflictos interpersonales, en el aula y fuera de ella, no es una tarea fácil para los docentes; esto requiere conocimiento previo por parte de los maestros y maestras así como de los padres de familia. La superación de la contradicción entre poseer una familia conflictiva, con bajo nivel de cohesión y pugnar por ser una buena estudiante para buscar la oportunidad de ser mejor en el futuro fue uno de los objetivos principales a lograr. Las estudiantes comprendieron que ellas también podían ser ejemplos de vida y superación; que estaban en la capacidad de orientar con amor y respeto a sus familiares y amistades en el colegio y que la gestión de sus conflictos deben ser resueltos en la casa o en el colegio, con la mediación de un adulto y nunca hacerlo, por cuenta propia, solas o en la vía pública.
Posteriormente a la experiencia, se institucionalizó el trabajo con las y los docentes tutores, los docentes en general, el equipo de sicología y personal médico del Centro de Salud del “Club de Leones”, cercano al colegio. Creemos, entusiastamente, que la atención personalizada ayuda a superar las dificultades de nuestros(as), disminuir las agresiones entre estudiantes y logra un ambiente favorable para el aprendizaje y la convivencia democrática en el aula y fuera de ella.
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