sábado, 15 de enero de 2011

LOS SINDICATOS, LOS CONFLICTOS Y LA EDUCACIÓN

Mg. Arquímedes Veneros Salinas
arquimedesveneros@gmail.com

En nuestro país son pocos los sindicatos que por naturaleza, y según el contexto socioeconómico, ejercen presión sobre los empleadores para que garanticen el derecho a la libre sindicalización y el respeto a los derechos profesionales y laborales de sus afiliados. Vale reiterar que la exigencia de los sindicatos, especialmente en el sector educación, tanto en Educación Básica, Superior No Universitaria y Universitaria es a favor no sólo del incremento del presupuesto sectorial sino que también es para proponer proyectos de reforma educacional; incluyendo la actualización profesional de los y las docentes y la exigencia de mejores condiciones socioeconómicas y laborales para los padres de los estudiantes. Y no les sobran razones para ello.

Más allá de las vicisitudes o sucesos anómalos  que puedan afrontar los afiliados, estos valoran positivamente su accionar frente a los oídos sordos de los gobiernos antipopulares que postergan la mejora de salarios y posibilidades de ascenso o movilidad en la carrera, como ocurre en otros sectores públicos, en la medida en que está vinculadas, de hecho, a salarios más elevados, promociones y seguridad en el empleo. De allí que los sindicalistas no decaen en confrontar al gobierno, de diferentes modos, aunque le ofrezcan el oro y el moro con leyes tramposas.

Así, por analizar solo una variable, buen número de maestros(as) de cualquier nivel de la educación peruana tienen que conllevar su actividad docente con otras actividades económicas. Esto equivale a decir que, un alto porcentaje de profesores(as), después de laborar en las escuelas, colegios, institutos o universidades, salen presurosos(as) a otro colegio, instituto, otra universidad, a “taxiar”, hacer de promotoras/vendedoras de productos de belleza u otros cachuelos. En concreto, el afán es cubrir la canasta familiar y lograr mejores condiciones en sus “estándares de vida personal y familiar”; faenas económicas, en serie, que alteran negativamente la calidad de los procesos educativos y, lamentablemente, limitan el interés y las posibilidades por la formación profesional continua.

Frente a dicha situación, la “organización de los trabajadores en la educación”; como es el caso del SUTEP, centraliza y enarbola las necesidades y demandas de los maestros(as) de la EBR para mejorar la gestión del potencial humano magisterial ante los gobiernos de turno. Como es lógico, los vínculos entre la producción, la formación y una mayor productividad alientan a los sindicatos a presionar para que se imparta más y mejor formación profesional continua, financiada seriamente por el estado y de igual modo garantizar mejores perspectivas de remuneración y de posibilidades de empleo para sus afiliados.

Lamentablemente, casi todos los gobiernos “democráticos”, que hemos tenido,  no ven a los sindicatos como agentes de cambio social y político sino que, por el contrario, los toman como enemigos y revoltosos. Así, hicieron balances asimétricos respecto a que la educación está mal debido a las horas perdidas por los paros y huelgas promovidos por el SUTEP, restándole importancia al rol del estado y su visión estratégica para el desarrollo, devaluar la formación de los sindicatos a sus propios afiliados sobre técnicas de relaciones de trabajo, en particular respecto de cómo promover mejor la negociación colectiva, solución de conflictos individuales y colectivos (acuerdos sobre formación con los distintos empleadores y la institución de organismos conjuntos permanentes para determinar la política de formación y reglamentar los conflictos específicos), los acuerdos vinculantes entre los trabajadores organizados y el estado y rechazando oportunidades para mejorar las relaciones laborales en el marco de una sociedad educadora.

Han negado los aportes que vienen desde el magisterio nacional en ejercicio. Por ejemplo temas  referidos al Análisis de la Crisis Educativa, Proyecto de Ley General de Educación y Cultura, Proyecto Formando Monitores para Prevenir y Erradicar el Trabajo Infantil desde el Sindicato de Maestros y Congresos de Educación Nacionales e Internacionales a través de la Derrama Magisterial entre otras propuestas.

Por el contrario, sus actos de política sindical han obedecido a desprestigiar a los docentes y tratar de de liquidar al SUTEP y a otras organizaciones sociales del país. Pero, sobre temas trascendentes que sí contribuirían a mejorar la calidad educativa, jamás se pronunciaron. Y, como podemos ver, los temas como el incremento del 6% del Presupuesto en función del PBI, la ejecución del Proyecto Educativo Nacional; un verdadero Diseño Curricular innovador que incentive la Investigación, la Ciencia y la Tecnología; construcción de un Modelo Pedagógico Peruano acorde a nuestra realidad, reitero, nunca fueron prioridad para el Gobierno y su Ministro de Educación.

Mientras que en otros países con economías más reglamentadas y justas, la lucha de los sindicatos ha tenido como resultado una amplia participación en los organismos conjuntos que intervienen en aspectos fundamentales de la educación, la cultura, el medio ambiente y la formulación de otras políticas de beneficio colectivo dejando la confrontación, estatal o privada, en las cavernas.

- “La educación no está centrada en rendir pruebas ni exámenes nacionales”
- “Se enseña para aprender a ser un miembro responsable de la sociedad; ético, humano para dar a sus estudiantes los conocimientos adecuados, enfrentar los cambios del futuro y seguir aprendiendo toda la vida”.
- “Existe un sentido altruista y de cooperación más que de un sentido competitivo”.
-  Se trata con dignidad al magisterio.
- Los maestros tienen continuidad en la formación universitaria gratuita (postgrados); entre otros aspectos.

Como vemos, existe autonomía pedagógica del maestro, estos cuentan con adecuadas condiciones de trabajo, infraestructura física y tecnológica y; sobre todo, el sistema educativo no está subordinado a los dictados de algún organismo financiero internacional para influir negativamente en los destinos de su potencial humano.
 
Los finlandeses siguen su propio modelo. Lo construyen entre todos, en cada plantel, en cada municipio; con identidad propia. Todo lo contrario ocurre en nuestra patria, con una marcadísima dependencia al imperialismo norteamericano y sus financieras internacionales. Si en el país se quiere cambiar algo no pueden soslayarse los problemas nacionales, menos aún, desconociendo la condición gremial de los maestros, propinándoles insultos y chantajeándolos, con las seudoevaluaciones para el ingreso a la “Nueva” Carrera Pública Magisterial, si quieren aumentos.

En Finlandia solucionaron sus principales problemas nacionales y, por ende, se solucionó el problema educativo y el problema magisterial. No es como plantean muchos liberales de pacotilla afincados en el Ministerio de Educación y del gobierno actual.

Muchos investigadores y analistas de la educación finlandesa sostienen que allá se ejecuta lo que se planifica como que: la lectura es fundamental, se respeta y promueve la identidad cultural, hay educación gratuita verdadera, la educación es para el aprendizaje, el currículo se define descentralizadamente, la inclusión educativa es verdadera, la formación magisterial está centrada en la investigación educativa, hay libertad pedagógica y buenos sueldos, flexibilidad organizativa sin sobrecarga horaria, no se descuida la salud y nutrición estudiantil y hay participación de expertos para los estudiantes que tienen dificultades en el proceso de aprendizaje, mientras que aquí, el régimen aprista confunde a la opinión pública, se niegan a escuchar y cumplir acuerdos vinculantes y, lo que es peor, dan pasos contrarios al modelo que dicen seguir. No está demás recordar que cada gobierno impulsa un modelo distinto al anterior. Por ejemplo, esto es de ripley, la política educativa del actual gobierno es radicalmente diferente a la de su primer desgobierno.

Los maestros seguiremos analizando, criticando, proponiendo y articulando las experiencias nacionales e internacionales exitosas. No se trata de copiar el modelo finlandés sino de aprender, en lo pertinente, de ellos. Así, podremos dotarle a nuestra educación un carácter verdaderamente científico, nacional y antineoliberal; como fue allá, en Finlandia, hace décadas.

¡Cuánto camino nos falta recorrer!

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